Sobran las palabras*
Título:
"El Miguel Ángel Eléctrico"
Título original: "The Electric Michelangelo".
Autora: Sarah Hall.
Editorial: Tropismos.
Año: 2004 (2006, de la edición en español).
Páginas: 316.
Género: Narrativa contemporánea (un tatuador, primera mitad del siglo XX).
Sinopsis: Cyril Parks, un adolescente de catorce años, vive en la bahía de Morecambe, ciudad balneario del norte de Inglaterra, durante los años de la Primera Guerra Mundial. Huérfano de padre, su madre regenta un hotel, en el que atiende a turistas y clientes enfermos de tuberculosis que acuden en busca del aire del mar. Cy Parks reparte su tiempo entre la ayuda a su madre en los trabajos del hotel y las travesuras que realiza por la playa con sus amigos. Sus dotes para el dibujo le llevan a entrar como aprendiz en el taller de un extraño artista del tauaje, Eliot Riley, un personaje alcohólico y violento que le transmite su arte.
A la muerte de su madre y de su maestro, decide emigrar en busca de fortuna y de nuevas experiencias hacia América. Allí recala en el bullicioso paseo marítimo de Coney Island, donde montará su propio negocio de tatuajes con el nombre de El Miguel Ángel Eléctrico. En este ambiente carnavalesco de montañas rusas y espectáculos de rarezas, Cy se enamorará de Grace, una misteriosa inmigrante rusa, acróbata y artista de circo, que le hace un sorprendente encargo: cubrir todo su cuerpo de ojos tatuados.
"El Miguel Ángel Eléctrico" es una historia de amor y un retrato de exquisita factura sobre personajes fuera de lo común a ambos lados del Atlántico.
Puntúación: 2,5/5
Y, básicamente, eso es todo. Quiero decir que, ¡vaya! Normalmente las sinopsis suelen limitarse a trazar a grandes rasgos un mero esbozo de la idea general de la trama, cuando no a describir someramente aquellos acontecimientos que dan inicio a la historia. Sin embargo, en este caso, el resumen es tan completo que hasta se nos aclaran datos que no llegan a precisarse del todo en la propia novela, como la nacionalidad de Grace; tal vez el personaje más interesante de todos, dotado de una fuerza que la convierte en protagonista incluso a pesar de no hacer su aparición como tal hasta el último tercio del libro.
"El Miguel Ángel Eléctrico", novela aclamada por la crítica y finalista de varios premios literarios, es tal vez lo que algunos llaman 'alta literatura': ésa que, de tan alta, parece no estar al alcance de cualquier lector; la que parece conceder más importancia a la forma que al fondo, al estilo que a la idea. Hasta tal punto que me ha dado por pensar que, no siendo para nada malo el hilo argumental en su discurrir, su núcleo podría haber sido un excelente material para una narración breve, tal vez algo al estilo de Ray Bradbury, por sus personajes marginales pero con magia. Ciertamente, de esa forma se habría conseguido que los golpes de efecto que cierran cada una de las dos partes de la obra tuviesen mucha más fuerza (y no es que les falte en su estado presente) y que las sensaciones e ideas transmitidas lograsen mayor impacto sobre el lector.
Tal y como están las cosas, sobran páginas y palabras; las frases son a menudo desalentadoramente largas y enrevesadas y los párrafos mastodónticamente extensos (no son extraños los que ocupan una página entera). El vocabulario rico: tan rico que a veces peca de rebuscado. En conjunto, leer "El Miguel Ángel Eléctrico" requiere un esfuerzo no pequeño por parte del lector, y está muy lejos de ser literatura de consumo general, con una amenidad que, aún estando ahí, parece estar escondida entre circunloquios y pleonasmos.
Tal vez su mayor virtud está en el vívido y fiel retrato que realiza de los dos escenarios en los que discurren los acontecimientos y vida del protagonista, Cy Parks: dos ciudades costeras, dos destinos turísticos, de naturaleza bien distinta aunque con puntos de coincidencia, situadas cada una de ellas a un extremo del Atlántico. Morecambe, en la costa inglesa: paraíso vacacional para los habitantes de Yorkshire, especialmente en la primera mitad del siglo XX, famosa por las virtudes salubres de su suave brisa marina y por lo mismo lugar de reposo, si bien en temporada baja no pasa de ser un tranquilo pueblo de pescadores. Coney Island, en la costa americana: gran estación turística famosa por sus parques de atracciones, de notable popularidad durante la primera mitad del siglo XX también (no en vano ese es el marco temporal en el que se desarrolla la historia), pero cuyo declive empezó a producirse sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, permaneciendo durante años en el olvido.
Coney Island y sus espectáculos.
En efecto, la autora se muestra muy hábil a la hora de captar la esencia de lo que debió de ser Coney Island en torno a los años 30-40 del pasado siglo. Un momento de importancia histórica para la zona, por cuanto marca el principio de un fin, y los consecuentes esfuerzos de comerciantes y artistas por adaptarse al público cada vez más exigente. Los últimos años de los espectáculos de feria, en los que se exhibía a criaturas más o menos grotescas, entre las que no faltaban las mujeres cubiertas de tatuajes, como Claudia o, eventualmente, la propia Grace.
Nacida como balneario, transformada por el tiempo en zona de entretenimiento de mala fama por la proliferación de juegos de azar y prostitución, en torno a 1870 se trató de recuperar su buen nombre con el desarrollo de instalaciones de lujo. Pero no sería hasta el inicio del S.XX, gracias al desarrollo de las líneas férreas y la introducción del boleto único a cinco centavos de dólar en 1913, que se produjo la verdadera apertura masiva de Coney Island. Los segmentos de clase baja podían visitar ahora todas las semanas la costa atlántica, pero no poseían los 10 centavos adicionales necesarios para un hot dog de Feltman (su inventor) o los 50 centavos requeridos para alquilar una carpa en las playas privadas. Por lo tanto, traían la comida desde su hogar y utilizaban solamente la playa pública, el Municipal Bath House, que a pesar de su capacidad de 12.000 cabinas se quedaba siempre pequeño para las muchedumbres que lo visitaban.Y, así, junto a los hipódromos y parques de atracciones, los visitantes masivos generaron otro tipo de inversiones, llenando el lado oeste de la isla con bares, casinos y garitos que arruinaron definitivamente el rol turístico del balneario. En el Harvard Inn (1917), perteneciente a Frankie Yale trabajó Al Capone; en 1931 Joe Masseria fue asesinado en uno de los restaurantes de la zona.
En "El Miguel Ángel Eléctrico" se nos habla también brevemente de Lulú: una elefanta que evoca a las Topsy y Old Mom de las que hablamos en su día al hacer el comentario de "Agua Para Elefantes", pues también ella fue condenada a muerte por electrocución después de matar accidentalmente a un espectador del 'Luna Park' en el que trabajaba, y que era el segundo mayor parque de atracciones de Coney. Aunque la duda, por supuesto, es si esta elefanta existió realmente, o es un trasunto literario de la propia Topsy.
Exactamente lo mismo que hace la autora cuando habla de Minny Hendry, la primera mujer tatuadora en el Bowery de New York y que, en realidad, no es sino una versión de Mildred (Milly) Hull, que trabajaba en una barbería del citado barrio, al igual que hace el propio Cyril durante la temporada baja de Coney Island. Millie era miembro del llamado "Butterfly Club", club de mujeres tatuadoras, y se suicidó en 1947 en un restaurante utilizando veneno.
En cuanto al curioso elemento que no dejan de ser las incubadoras como atracción para ociosos, lo cierto es que esa parte también es cierta. Coney Island fue el primer lugar en el mundo en donde se presentó la tecnología de la incubación, desarrollada por el doctor Martin Arthur Couney. Este se vio obligado a trabajar en el 'Luna Park' y 'Dreamland' debido al rechazo de su invento por parte de la comunidad médica. El doctor Couney salvaría la vida de 6.500 bebés durante los años en los que su espectáculo duró, lo que lo hizo merecedor de un puesto en el hall de la fama de Coney Island.
La cita del día: un párrafo "amable" (ni grandes palabras ni gran extensión):
"Cy comprendería más adelante que había ocasiones en que los primeros encuentros estaban tan disfrazados de otra cosa que provocaban confusión, perplejidad y pasmo en ambas partes. Y sólo con el tiempo, al avanzar la relación y conocerse mejor a la otra persona, al quedar claro el lugar que ocupaba en tu vida, ya fuera amor, ya fuera odio, ya fuera cualquier clase de sentimiento profundo, sólo entonces caía uno en la cuenta de que las ascuas del significado habían estado allí todo el tiempo, refulgiendo desde aquel primer momento en que les puso uno la vista encima. Como si ya las conocieras antes de haberlas conocido. Como si se hubiera producido un desgarrón en el tejido del tiempo."
Otras obras de la autora: "El Miguel Ángel Eléctrico" es la segunda novela de Sarah Hall, autora de origen británico que empezó su carrera literaria como poetisa; tal vez de ahí su peculiar uso del lenguaje... Hasta la fecha ha publicado cuatro novelas, todas ellas con una carrera notable en lo que a premios se refiere.
La primera, 'Haweswater', una tragedia rural sobre la desintegración de una comunidad de agricultores de montaña en Cumbria a raíz de la construcción de una presa, ganó entre otros el Commonwealth a la mejor primer novela. 'The Carhullan Army', de 2007 y su tercera novela, es una obra de ciencia ficción ganadora de los premios John Llewellyn Rhys Prize y James Tiptree, Jr. Award, y finalista del prestigioso Arthur C. Clarke en 2008.
Su última creación es 'How To Paint A Dead Man', un tapiz literario conformado por las vivencias de cuatro personajes separados por el tiempo y la distancia: dos de ellos en la Italia de la década de los 60 (un célebre pintor italiano en sus últimos años de vida, y una joven florista aquejada de ceguera progresiva) y los otros dos en la Gran Bretaña contemporánea (un escultor de mediana edad que en tiempos fue discípulo por correpondencia del famoso pintor italiano, y su hija, que trata de recuperarse del ímpacto producido por la muerte de su hermano gemelo). En resumen, Umbria vs. Cumbria.
Como viene siendo habitual en estos casos, "El Miguel Ángel Eléctrico" parece ser el único libro de la autora que ha sido objeto de traducción a nuestra lengua.
Te gustará si te gustan... Las palabras grandiosas y el vocabulario rebuscado que en ocasiones desafía el intelecto. Si te fijas más en la forma que en el fondo y valoras la narrativa más por su estilo que por su contenido.
Si sientes cierta curiosidad o fascinación por el mundo de los tatuadores profesionales, advertido quedas: no necesariamente te gustará este libro. De hecho, y por más que se note la influencia de las amistades o conversaciones mantenidas por la escritora con artistas del mundillo, patentes en sus digresiones cuasi filosóficas sobre la verdadera naturaleza y significado de los trabajos de tinta sobre el cuerpo humano, lo cierto es que no tengo la impresión después de haber leído esta novela de que ésta haya enriquecido mucho mi visión o conocimientos al respecto.
Y conste que este es un tema que a mí me interesa bastante, pues por más que la de tatuador haya sido durante mucho tiempo una profesión con mala reputación, y puede que incluso lo siga siendo en determinados ambientes; una práctica casi marginal al modo en que se representa en la novela (lo cual es bastante lógico si se tiene en cuenta la época en que está ambientada), creo que no deja de ser sino otra forma de arte. Una en la que, además, no existe margen para el error, porque un cuerpo humano no es un simple lienzo que se pueda desechar o blanquear para su reutilización.
Los tatuajes son, efectivamente, pequeñas obras de arte personales y duraderas, a menudo completamente originales y con profundo significado, más allá de modas o cuestiones estéticas. Y los tatuadores, además de artistas del trazo, deben tener la suficiente habilidad como para orientar y aconsejar adecuadamente a sus clientes, tomando en consideración aspectos aparentemente tan banales como el color de su tez, la longitud de sus miembros o la forma de su cuerpo. Todo ello por no mencionar esa segunda labor suya de psicólogos o monologuistas, acaso en un intento por distraer a sus lienzos humanos del posible dolor, o tal vez para asegurarse de que éstos son conscientes de la importancia de sus decisiones.
Aunque, por supuesto, eso es si el tatuador es un buen profesional y un verdadero artista. Como los que uno puede conocer y ver trabajar en las series de documentales (emitidas no hace mucho por el 'Discovery Channel') "Miami Ink" y "LA Ink". De la primera, destacar sin duda el trabajo artístico de Chris Garver (de verdad, yo quiero un cuadro como ese...).
Por su parte, "LA Ink" se desarrolla en el estudio de tatuajes de la carismática Kat Von D (conocida a nivel más popular por ser la actual prometida del infiel marido de Sandra Bullock), virtuosa de los retratos, especialmente en blanco y negro. Artista todo terreno, ha escrito un libro sobre el arte del tatuaje, tiene una línea de ropa y otra de maquillaje en colaboracion con 'Sephora' y hasta ha participado en una película, además de estar muy involucrada en el mundo del rock. Por cierto que ha tatuado a muchos famosos, como Jason Mraz, Bam Margera, Ville Valo, Dave Navarro, Jesse Metcalfe, Mira Sorvino, Papa Roach, Frank Iero, Jared Leto o la mismísima Lady Gaga.
(* Literalmente)
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Proximamente: "Y Si Fuera Un Ángel", de Keith Donohue.
i like =D
ResponderEliminarAnd I like that you like it :)
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