domingo, 1 de mayo de 2011

2011-43: "La Hija del Apocalipsis", de Patrick Graham

Rechace imitaciones


Título: "La Hija del Apocalipsis"

Título original:
"L'Apocalypse Selon Marie"

Autor: Patrick Graham.

Editorial: Grijalbo.

Año: 2008 (2010, de la edición en español).

Páginas: 574.

Género: Thriller sobrenatural.



Frase promocional: "Una narración apocalíptica de acción, aventura y fantasía en la que una niña se convierte en la única esperanza para salvar a la humanidad".


Sinopsis:

En Nueva Orleans, Holly, una niña de once años perdida entre una multitud de escombros y refugiados, pide auxilio. Tiene miedo del huracán que arrasa su ciudad, de haber perdido a sus padres y miedo de que algo horrible se haya introducido en su interior: Holly sabe que durante el devastador temporal una mujer moribunda le ha transmitido unos poderes extraordinarios. La niña ha sido elegida para recibir un legado ancestral, protegido hasta ahora por una estirpe de mujeres longevas, que la convierte en el objeto de deseo de un ser tenebroso que amenaza con destruir el mundo.

En la eterna lucha del bien contra el mal, su única ayuda será Marie Parks, una mujer impulsiva y cínica, pero también una de las mejores agentes del FBI. Una investigadora con un don especial: la capacidad de introducirse en la mente de las personas, ya sean víctimas o asesinos.

A partir de ahora ambas mujeres serán la única esperanza de la humanidad...

La hija del apocalipsis es una aventura de ritmo frenético, con un gran componente de fantasía, que supone la confirmación de Patrick Graham, un narrador excepcional capaz de lo más difícil: que la mente se convierta en el arma más devastadora y la memoria en una trampa mortal. Como ya hizo con su primera novela, El evangelio del mal, la imaginación desbordante del autor sorprenderá a todos los lectores al unir con habilidad los mecanismos del thriller de acción y las narraciones fantásticas, y dar así una nueva vuelta de tuerca al género.


Puntuación: 2/5


Sinceramente, lo que más me ha gustado de este libro ha sido su portada. Tanto es así que si tuviese que elegir un sólo adjetivo para describir esta novela creo que sería el de decepcionante. Ni vueltas de tuerca ni zarandajas por el estilo, y lo de imaginativa habría que ponerlo en cuarentena, pues si bien es cierto que "La Hija del Apocalipsis" mezcla elementos muy diversos de forma más o menos coherente, la sensación predominante durante su lectura ha sido la de que todo eso ya lo había leído antes en otra parte; una sensación que por acuciante casi terminó por volverse incómoda, todo sea dicho.

De hecho, tanto me ha irritado este libro que lo primero que he hecho ha sido buscar reseñas de otros lectores para ver si es todo cosa mía, que le he cogido ojeriza vaya usted a saber porqué (nadie dijo que haya que ser racional las veinticuatro horas del día, siete días a la semana), o alguien más compartía mi punto de vista. Por supuesto, y como no podía ser de otro modo, hay opiniones para todos los gustos, pero lo cierto es que me he quedado más tranquila al ver que no todas son tan positivas como la propia sinopsis hace pensar; aunque eso, como siempre, es una simple cuestión de marketing y racionalidad, pues no vas a tirar piedras contra tu propio tejado.

Es evidente, dicho todo lo anterior, que estoy a punto de ponerme bastante crítica, en el sentido más negativo del término. Y, sin embargo, puede que alguien se cuestione entonces el porqué de la puntuación otorgada a "La Hija del Apocalipsis" y si ésta no es contradictoria con lo anterior, pues aunque un 2 no es como para lanzar las campanas al vuelo, tampoco es una auténtica debacle. Pero es que, aunque este libro no sea de mi agrado, lo cierto es que puedo entender que sí sea del gusto de otros lectores, pues no todo es tan malo, y algunas cositas se salvan.

Es un punto a su favor el ritmo narrativo utilizado en la que, sin duda, y más allá de otras etiquetas y géneros, es en última instancia una novela de aventuras: frases cortas, capítulos cortos, mucho diálogo y agilidad en la narración, que sin duda contribuyen a que la lectura sea fácil incluso cuando por momentos el argumento no motive demasiado. Un estilo bastante visual, al que sin duda contribuye el uso del tiempo presente, casi como si se tratara de un guión o una obra de teatro... aunque, ya puestos, tengo que decir que es una forma de contar la historia que a mí personalmente no me agrada tampoco en demasía.

El otro pro que se le puede encontrar a la novela de Patrick Graham es su inicio: una presentación del personaje principal, la agente del FBI Marie Parks, ciertamente efectiva en lo que a suscitar el interés por la protagonista se refiere. El esbozo de un pasado tan complejo como sorprendente e impactante, si bien llega un punto, a medida en que la narración avanza, en que uno tiene la sensación de que ese gran comienzo no ha sido sino una forma de justificar su comportamiento posterior; y es que la señorita Parks/Gardener acaba resultando tan perfecta como guardiana de Holly que hay momentos en los que la cosa casi chirría y uno desea, más que espera, que cometa algún fallo que la humanice.

A partir de aquí, lamentablemente, todo son contras. Y es que el inicio nada o casi nada tiene que ver con lo que viene a continuación, en un hilo argumental predecible y falto de originalidad que decae por momentos en la parte central del libro, quizás excesivamente dilatada, para finalmente resolverse todo con demasiada facilidad dadas las expectativas creadas.

El argumento se sustenta en una serie de tópicos excesivamente manidos y resueltos de forma no precisamente original: la lucha ancestral entre el bien y el mal, encarnados aquí en las Reverendas y sus Guardianes, versus el Destructor de los Mundos, tanto unas como otros reencarnados a lo largo de los siglos, como de costumbre con un toque de lo más místico, aunque al menos hay que agradecer que se prescinda de la vertiente religiosa que tan de moda estuvo no hace mucho tiempo; y la existencia de una epidemia que amenaza con provocar la extinción de toda la raza humana. La esperanza del mundo: una niña con poderes y una agente del FBI. Lo cual hace inevitable que una se maraville ante las cosas tan diferentes que se pueden conseguir con elementos comunes, pues la premisa principal de "La Hija del Apocalipsis" sin duda recuerda claramente a "El Pasaje" de Justin Cronin; pero donde ésta termina siendo una historia de supervivencia y suspense de lo más solvente, la obra de Graham no es más que una historia mediocre de buenos contra malos, amenizada con exagerados episodios de violencia, un poquito de ciencia y un mucho de superpoderes más vistos que el tebeo (achicharrar a los malos a lo Cíclope, o el famoso toque mental que hace que los sugestionados sangren por la nariz... por no hablar de los ejércitos a control remoto de mendigos poseídos).

En cuanto a los personajes son tan unidimensionales, huecos y faltos de personalidad, que apenas generan la empatía necesaria por parte del lector para que éste se interese realmente por su suerte; como ya hemos dicho, sólo se salva Marie, y no en todo momento. El arqueólogo, Walls, es un personaje completamente carente de interés en su conjunto, y su relación amorosa con la agente del FBI tan previsible como falta de fundamento. Ni siquiera Holly ha conseguido captar mi interés ni despertar mis simpatías, pues su evolución como personaje es excesivamente estereotipada y, como al resto, le falta mucha profundidad.

En resumidas cuentas, yo diría que algo falla cuando llega un punto durante la lectura en el que te da por pensar que, si toda la Humanidad sucumbiera ante la plaga, por lo menos se acabaría la historia, y no sientes ni la menor punzada de remordimiento o lástima porque eso suponga la muerte de todos y cada uno de los personajes, por cuyo destino se supone que tan preocupado deberías estar.


Un toque de ciencia...

En determinado momento de la historia, Graham se nos pone científico y, todo hay que decirlo, ofrece ideas y perspectivas interesantes en relación con el problema que se plantea en la novela para el futuro de la Humanidad; sin embargo, lo elaborado de sus explicaciones, lógicas a la par que perfectamente comprensibles para cualquier lector, lo cual es de agradecer, se diluye en el conjunto ante la simplicidad de la solución propuesta, claramente evidente para todos desde el principio y que, por lo mismo, plantea lo prescindible de ese momento científico y su verdadero propósito. Y es que todo es tan fantástico en última instancia en esta historia, que tal parece que la pincelada de ciencia sólo está ahí para complacer a algunos y hacer que las cosas parezcan más reales, si es que ese adjetivo tiene algún sentido llegados a ese punto. Aunque a lo mejor simplemente se trata de explotar el temor tan racional que todos sentimos cuando hay virus y enfermedades de por medio, más aún si se utilizan conceptos que no nos resultan ni nuevos ni ajenos.

Tal es el caso del concepto de extinciones malthusianas, que hace referencia a la teoría demográfica de Thomas Malthus según la cual se preveía un aumento en progresión geométrica o exponencial de la población que, enfrentado al aumento aritmético de los recursos disponibles (en aquella época se hablaba de producción agrícola fundamentalmente, puesto que la teoría apareció en 1789, y no se tenía en cuenta el factor tecnológico), causaría una situación de pauperización y economía de subsistencia que podría desembocar, finalmente, en la extinción de la especie humana. Malthus la pronosticaba para 1880. Aunque, como resulta evidente, la predicción falló, el malthusianismo sigue vigente y el término de extinción o catástrofe malthusiana se utiliza para describir situaciones críticas que pueden hacer inviable o muy dificultosa la supervivencia de la población humana si persiste su crecimiento.

Malthus, como es bien sabido, teorizaba que esta catástrofe sólo se podría evitar con contracepción y otros métodos parecidos, que vendrían a unirse así a otros obstáculos represivos como las guerras, las pestes o el hambre. Sin embargo, existen otras vertientes de esta teoría y otras perspectivas de las denominadas extinciones malthusianas y, de hecho, la que se plantea en "La Hija del Apocalipsis" es notable por su alusión a la paradoja que supondría la limitación de la concepción.

Efectivamente, plantea el científico de turno lo que en última instancia supondría la longenvidad extrema de la raza humana (concepto con el que se juega en gran medida en esta novela): el agotamiento genético, el fin de la adaptación y de la evolución de la especie y, en consecuencia, la desaparición de nuestra condición de seres sexuados. Y esto es así porque la vida necesita de la muerte para renovarse. En las sociedades modernas, y debido al uso cada vez más generalizado de todo tipo de medicamentos tanto como por un rechazo a la muerte, las poblaciones envejecen y se reproducen cada vez menos. La esterilización del entorno conlleva asociada una multiplicación de toda clase de alergias en las nuevas generaciones, a la par que de las bacterias resistentes y las infecciones mortales que da lugar tanto a un aumento de la esperanza de vida de los más ricos como a un empobrecimiento de la transmisión genética, con la consecuente reducción de la resistencia de las generaciones futuras a las menores modificaciones ambientales.

Ciertamente, una teoría interesante, si bien no sé hasta que punto peca de excesivamente catastrofista o ignora otros factores atenuantes importantes, tal y como hiciera el propio Malthus en su día. Aunque si uno piensa precisamente en la proliferación de alergías entre los niños hoy en día (ni os imagináis la cantidad de ellos que son alérgicos al huevo, el pescado, los frutos secos, los lácteos, por poner únicamente el ejemplo de las relacionadas con la alimentación... que digo yo que si las generaciones pasadas hubieran sido tan delicadas, lo hubieran tenido crudo en épocas de hambruna), lo cierto es que la cosa no parece tan improbable.


...y un toque de falacia.

Algo que me ha molestado profundamente de Patrick Graham, aunque no estoy segura de si la culpa es toda suya, si el traductor tiene parte en ello o si soy yo misma la que no encuentra lo que busca, es el uso que el escritor hace del término "síndrome del pez rojo" para referirse a la clase de autismo que sufre uno de los personajes: concretamente, el que aquí y ahora encarna el Mal. En "La Hija del Apocalipsis" se describe el síndrome en los siguientes términos:

"Se caracterizaba por una sensación de vivir siempre tras los gruesos cristales de un acuario y percibir el mundo a través de ellos. Pero lo peor de ese síndrome era la sensación, muy presente en el enfermo, de que ese acuario era él mismo y de que los cristales eran su propia piel, sus ojos, sus dedos. Ninguna sensación tactil, ninguna impresión corporal, ni frío ni calor, ninguna comprensión sensible de las cosas que lo rodeaban. Los olores reducidos a su expresión más simple; el sabor de los alimentos invariablemente el mismo; los objetos que tocaba sin mirar semejantes a plástico fofo. Nada, excepto el dolor. Un dolor muy atenuado que le permitía soportar grados de sufrimiento impensables para el común de los mortales."

Y yo, en mi ingenuidad, dije: '¡Vaya, qué interesante!' Así que cual no sería mi sorpresa cuando, al buscar más información sobre el tema, descubro que en realidad lo que se conoce como "síndrome del pez rojo" nada tiene que ver con todo lo anterior, y ni siquiera está mínimamente relacionado con el autismo. ¡Bueno! Por supuesto que el concepto hace referencia a la sensación de sentirse observado como si se estuviese en un acuario de cristal, pero por todo lo que yo he podido averiguar al respecto el concepto se utiliza en relación con la contraposición paradójica que se establece entre el derecho a la intimidad del individuo y la vigilancia y control de sus movimientos y relaciones para garantizar, en principio, su derecho a la protección.

Así pues, estaríamos hablando de sociología más que de psicología, y de un síndrome que habla de la transparencia de la vida de los individuos que, controlados por medio de sus tarjetas de créditos, operaciones en red, ficheros de datos, etcétera, tendrían la sensación de que nada en su vida es realmente privado: de que nada escapa al ojo del "Gran Hermano", parafraseando a Orwell en esa gran novela distópica que es "1984".

Al menos, y hablando de síndromes, Graham utiliza con propiedad el término de "síndrome mediúmnico reaccional". ¿Que qué es eso? Pues según se insinúa al principio de la novela, aunque todo acaba resultando tan enrevesado y retorcido que la cosa no queda finalmente clara, lo que padece Marie Parks después de un terrible accidente en el que murieron (supuestamente) sus (supuestos) marido e hija. Y, en última instancia, la explicación a esos flashes precognitivos (aunque tampoco me ha quedado del todo claro si las escenas que percibe son siempre de futuro) que la agente del FBI sufre ocasionalmente y que tan útiles son para alguien que como ella se dedica a perseguir asesinos itinerantes. Pues sí: por si aún no lo había dicho, también nuestra heroína tiene "poderes", aunque bien cierto es que, infalibilidad aparte, uno casi llega a olvidarlo, acaso porque los suyos son más bien del tipo pasivo, especialmente si se compara con la capacidad destructiva del resto.

En cuanto al síndrome en cuestión, se trata de una rara enfermedad que sólo se observa en algunas personas con politraumatismos craneales, como resultado de las secuelas de una conmoción suficientemente severa para alterar la estructura mental profunda. Como si dicha conmoción activara una región del cerebro que no debería haberse puesto nunca a funcionar, una de esas áreas sepultadas de las que la evolución humana se ha desentendido por razones misteriosas, o más bien una de esas zonas muertas que no estaba previsto utilizar antes de que pasaran miles de años.

Convulsionado por el traumatismo, el cerebro cae en un coma profundo para intentar reconstruirse. Activa una a una las conexiones cerebrales interrumpidas. Una neurona para el color verde, una para el color marrón, una para la palabra hoja... Así, poco a poco, las regiones cerebrales de la palabra, la comprensión y de la memoria establecen la corriente. Pero a veces esas conexiones nuevas se establecen por error en algunas zonas prohibidas del cerebro: las que doblan cucharillas sin contacto manual, hacen girar mesas, captan pensamientos de otras personas y establecen comunicación con los muertos... como en el caso de Marie.


La cita del día: un poco de razón entre tanta acción.

"Los recuerdos son algo extraño. Dejan de lado los acontecimientos importantes para centrarse en detalles insignificantes." (Pág. 107)


Otras obras del autor

Cuando fui a la biblioteca a buscar "La Hija del Apocalipsis" me sorprendió en un primer momento mi incapacidad para encontrarlo en las estanterías a pesar de estar disponible. Por supuesto, el error era mío y tan tonto como, hasta cierto punto, justificable. Y es que con ese nombre, Patrick Graham, me dirigí directamente y sin pensarlo a la sección de literatura en lengua inglesa; pero resulta que no: nuestro hombre es francés y ni siquiera se llama así, sino que se trata de un pseudónimo, quien sabe si para hacer más fácil la venta de sus libros en otros mercados. Algo que, pensando mal, podría explicar también el hecho de que su historia esté ambientada en los Estados Unidos de América; aunque tampoco es que se lo reproche, pues yo soy la primera que reconozco la fascinación, por llamarla de algún modo, que tal país y cultura suscita como escenario para todo tipo de historias.

Sea cual sea, pues, su verdadero nombre, Patrick Graham es Licenciado en Psicología y especializado en Criminología. Además, es consultor internacional y, debido a su trabajo, alguien próximo al Vaticano, lo que lo convierte en un buen conocedor de Los Legionarios de Cristo y los exorcismos. Tiene residencia en París, Roma y Nueva York. "La Hija del Apocalipsis" es su segunda novela, siendo la primera "El Evangelio del Mal" ('L'Evangile selon Satan'), precisamente una de esas novelas que combinan el thriller con lo religioso que tan de moda parecieron estar no hace mucho tiempo, especialmente a raíz del éxito (para mí inmerecido, no me canso de repetirlo) cosechado por "El Código Da Vinci".

Los asesinatos, en el siglo XIV, de unas monjas consagradas al estudio de los libros prohibidos por la Iglesia y los de cuatro jóvenes camareras en la actualidad presentan sobrecogedoras coincidencias. Todo apunta al evangelio de Satán, un libro maldito desaparecido hace más de seis siglos y que podría poner el poder de la Iglesia en manos de los mismísimos adoradores del Diablo. En una investigación que los lleva desde las montañas rocosas en Estados Unidos hasta un convento en Bolzano, Italia, y la biblioteca secreta del Vaticano, una agente del FBI y un exorcista buscarán el evangelio, ignorando que quizá se estén enfrentando al mismo Diablo.

Cabe destacar de esta primera novela su protagonista en común con la segunda, la agente especial del FBI Marie Parks, así como el hecho de que, por lo que yo he podido leer por ahí, es la favorita hasta la fecha de los seguidores del autor, que unánimemente la consideran mejor que "La Hija del Apocalipsis". Considero que no está de más saberlo aunque, francamente, no creo probable que llegue a leerme "El Evangelio del Mal", tanto por mi pobre opinión de nuestra novela protagonista del día como por mi escaso interés (saturación, diría yo) por su temática.


No te gustará si no te gusta... Sí, ya sé que normalmente esto funciona a la inversa, pero realmente me parece importante hacer esta puntualización para que nadie se lleve a engaño: si no te gusta Stephen King no te gustará "La Hija del Apocalipsis"... aunque, por supuesto, puede gustarte como a mí y no encontrarle la gracia igualmente a la novela de Patrick Graham.

Y es que en gran medida este libro es una mezcla de "Apocalipsis", "Ojos de Fuego" (sustituyase si se desea este título por "Carrie" o incluso "El Resplandor": niños con poderes, en definitiva) y lo místico u onírico de "La Torre Oscura", sin que falten tampoco paralelismos con otras tantas obras del de Maine como puede ser su más reciente "La Cúpula". Y, no sé, podéis llamarme intransigente, pero lo que en King hubiera tenido un pase, pues al fin y al cabo se trata en cierta forma de su mundo y su imaginería, a mí en Graham acaba por parecerme una simple copia barata... de ahí el rechace imitaciones que encabeza esta reseña.

En definitiva: si no estás por la labor de aceptar el componente fantástico y sobrenatural, y lo que buscas es más bien lo catastrófico o el suspense, no leas "La Hija del Apocalipsis", pues por más que hasta yo misma la haya calificado como novela de acción, tal elemento es clave para el argumento y sin él nada tendría sentido.


Te gustará si te gusta... una de paralelismos

Si algo me molesta es no haber sido capaz de dar con el título, que a mí se me antoja que en alguna parte tiene que estar, del libro que mi subconsciente me dice que se parece peligrosamente a "La Hija del Apocalipsis" en lo que a argumento se refiere... aunque bien pudiera ser que eso sea sólo una mera impresión, y que mi mente se haya limitado a coger elementos de aquí y de allá para componer esa historia fantasma que se me resiste. Porque, en efecto, y no me canso de repetirlo, esta novela me suena a cosa leída.

En cualquier caso, hay una serie de referencias que me parece oportuno incluir aquí, más por una cuestión de tipología o temática general que por semejanzas excesivamente acusadas pero que, en cualqueir caso, pueden gustar a quien disfrute con la novela de Graham; y tal vez a la inversa, pues en su mayoría no se encuentran entre mis favoritos, aunque en general me parecen mejores que su creación sobrenatural.

* Un primer referente inmediato, acaso por el estilo ágil de la narración, pero bastante mediocre en su conjunto, así como por el componente sobrenatural con raíces en el pasado cuando no en el mito, son algunas de las creaciones de ese tándem abonado a la etiqueta de best-seller: el compuesto por Douglas Preston y Lincoln Child. Por si alguien lo duda, no hablo precisamente de su serie protagonizada por Pendergast, que sin ser una obra maestra es bastante aceptable, sino más bien de sus primeras novelas, tipo "El Ídolo Perdido" o "El Relicario".

* "Quimaira", de Valerio Massimo Manfredi, resulta entretenida, pero tampoco es de lo mejor del italiano, que nunca brilla tanto como en sus novelas de ambientación histórica. Fabrizio Castellani, un joven y brillante arqueólogo, llega al museo de la ciudad toscana de Volterra para descifrar el secreto que esconde una famosa estatua etrusca. Esa misma noche se inicia una serie de muertes horrendas que parecen estar relacionadas con un escalofriantee crimen cometido en la Antigüedad. Castellani se convierte entonces en un detective del pasado y del presente que deberá enfrentarse a una misteriosa maldición etrusca que retorna de tiempos remotos. Posiblemente este título figura en esta lista de referencias por la importancia de la maldición y del componente fantástico que también tiene su origen en el pasado, del mismo modo que en "La Hija del Apocalipsis" la orden de las Reverendas y sus Guardianes y su némesis, el Destructor de los Mundos, son representaciones del Bien y el Mal (así, con mayúsculas) que perviven desde tiempos inmemoriales.

* Algo parecido podría decirse de "Atlántida", de Javier Negrete: que es precisamente el componente de la reencarnación, por llamarlo de algún modo, lo que determina el paralelismo; también el hecho de tratarse, principalmente, de una novela de acción y aventuras, aunque bastante más imaginativa y original que la de Graham en su conjunto, por más que en ella predomine también lo fantástico y tampoco sea de mis favoritas; y es que, efectivamente, lo que empieza casi como una historia más de catástrofes (volcanes que entran en erupción por todo el mundo) termina convirtiéndose en algo puramente fantástico, con titanes reencarnados y un puñado de elegidos para salvar a la Humanidad.

* Por último, creo hasta cierto punto inevitable volver a hablar en este blog del "Angelology" de Danielle Trussoni, especialmente por tratarse de una de esas novelas en las que se escenifica la lucha entre el Bien y el Mal, incluyendo cierto toque místico, sin dejar de ser por ello una novela de aventuras; aunque, una vez más, tengo que decir que esta novela me parece bastante mejor que la de Graham, y más que digna si se tiene en cuenta su temática. Por una vez, el toque religioso acompaña a la acción, pero no llega a saturar ni se pierde en misticismos excesivos, además de presentar un planteamiento más original de lo que suele ser común en este tipo de historias. Aunque, por supuesto, hay que estar en disposición de aceptar el toque fantástico, en forma de ángeles en este caso, o la cosa no funcionará.

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Proximamente: "Comitiva de Embusteros", de Karen Maitland.

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