jueves, 31 de marzo de 2011

2011-32. "El Embaucador", de Peter Carey.

Mentiroso compulsivo.



Título: "El Embaucador"


Título original: "Illywhacker".


Autor: Peter Carey.


Editorial: Alfaguara.


Año: 1985 (1990 de la edición en español).


Páginas: 705.



Género: Narrativa contemporánea (Australia, S. XX).


Sinopsis:

Herbert Badgery, el protagonista de "El Embaucador", tiene 139 años y mientras espera la muerte se cuenta su propia historia. Siempre fue un mentiroso incorregible, un timador y un charlatán. Abandonó a su padre siendo niño y fue adoptado por un chino que le enseñó a hacerse invisible. Ha sido pionero de la aviación, vendedor de coches, artista de variedades y muchas cosas más. Aprendió a leer y a escribir a los cincuenta años. Tuvo una esposa y algunas amantes. Por su memoria pasará su vida, y todo será verdad y mentira, espejismo y sueño, absurdo y locura, ternura y pasión.


Un libro que no defraudará a quienes, después de "Óscar y Lucinda", ya saben quién es Peter Carey y que descubrirá, a quienes no lo conozcan, a un novelista excepcional.

Puntuación: 2,5/5


Yo ya sabía quién era Peter Carey antes de leer este libro, pues hace ya unos cuantos años que había leído otra novela suya, aunque no precisamente la famosa (o eso dicen) "Óscar y Lucinda"; aunque de eso hablaremos más adelante... Lo que pensé de este autor en su momento es exactamente lo mismo que sigo pensando después de entretener unos cuantos días con "El Embaucador": buen estilo narrativo, fácil de entender de dónde le viene la etiqueta de novelista excepcional pero, al menos en mi caso, nada lo suficientemente extraordinario como para hacerme ir corriendo a la biblioteca a buscar en las estanterías otra novela suya... antes más bien al contrario.


Es la que hoy nos ocupa una historia con la que, como lectora, me he sentido hasta cierto punto estafada; y ello por más que tanto autor como personaje nos advierten desde el primer momento de su gran afición a la mentira. Ingenua se me puede llamar, pues... Paradójico el sentimiento, en gran medida, sobre todo si se tiene en cuenta que, dejando a un lado las biografías y determinadas historias basadas de una u otra forma en personajes o sucesos reales, lo cierto es que toda novela es en sí misma fabulación; y si además eres amante de lo fantástico, como en mi caso, doble paradoja. Y, sin embargo, no lo puedo evitar: descubrir al final de la novela que la concepción de la historia y sus personajes es errónea desde el principio, porque también se basa en una mentira, resulta para mí más irritante que otra cosa.


"El Embaucador" es una historia larga, llena de anécdotas y digresiones, que a pesar de contar con un sólido planteamiento en cuanto a estructura y contenido que, en última instancia, justifica todo lo narrado, bien pudiera haber terminado antes y la sensación hubiera sido, poco más o menos, exactamente la misma. Una historia que, más que a la mentira, parece ser un canto a lo extraordinario, entendido como algo que se sale de lo ordinario por su pura extravagancia más que como algo digno de figurar en los anales de la historia por su significancia.


Vidas pequeñas que para sus protagonistas se hacen grandes. Protagonistas que, a su vez, se caracterizan por un carácter estrambótico y, en la mayoría de los casos, bastante antipático en sus disparatadas extravagancias. Mucho absurdo, mucha locura, tal y como se promete; bastante pasión también, pero menos ternura. Y, por encima de todo, crueldad, o tal es la sensación predominante que a mí me ha producido la lectura de esta novela. En lo cual puede que tenga también mucho que ver esa tendencia del autor, perceptible en cada una de las tres partes que configuran el libro, a aniquilar lo más tierno de la historia de un plumazo, de forma tan brusca que roza la conmoción: muertes súbitas sin entrar en pormenores, cuando en todo momento el narrador se regodea en los más ínfimos detalles de los andares de éste o aquel o en banales descripciones de paisaje.


En resumen, un libro que se deja leer, pero que puede llegar a provocar una cierta sensación de hastío en el lector; tantas vueltas y revueltas, que en realidad uno acaba por perder sus expectativas respecto al final de la historia. Demasiados personajes aborrecibles como para dejar un buen recuerdo, y demasiada extravagancia que se diluye en sí misma del mismo modo que termina por hacerlo la escasa sensatez mostrada por algunos pocos; que puede que esté sobrevalorada y que todos agradezcamos la locura a la que en la vida cotidiana es difícil entregarse pero, como todo, el exceso mata la esencia.


Lo dicho: no seré yo la que corra a la biblioteca (gastarse los cuartos, impensable) en busca de más obras de este autor.


¿Realidad o ficción?

Desde ya lo digo: hoy me encuentro totalmente falta de inspiración; y eso, por supuesto, tiene mucho que ver con mi poco entusiasmo por esta novela (de hecho, escribir este post me ha servido para reconsiderar la puntuación que inicialmente le había concedido, y no precisamente para bien).


Y es que esta historia está tan enraizada en la fabulación y la mentira, que ni siquiera estoy segura de la veracidad de las anécdotas supuestamente históricas que en ella se mencionan, lo cual no ayuda demasiado a la hora de encontrar algo interesante que compartir a raíz de esta lectura.


Se habla, por ejemplo, de un cinturón eléctrico que tiene visos de realidad: un artilugio peculiar que se utilizaría a principios del siglo pasado para tratar a determinados pacientes a los que se creía proclives a los ataques de nervios, sino ya de pura locura, y que en la novela se utiliza para prevenir ataques hereditarios de tal índole, que conducirían al suicidio de aquellos que padecen de este mal. Desde luego, un artilugio que recuerda muchísmo al "cinturón eléctrico Galvani" que se anunciaba en "La Vanguardia" del jueves 17 de octubre de 1901, y que bajo un titular a modo de reclamo en el que se proclamaba que "la electricidad es la vida", se presentaba como todo un logro de la electroterapia, última expresión de la ciencia moderna, capaz de curar "la neurastemia, el histerismo, enfermedades del cerebro y de la médula, del corazón, del estómago, de los órganos de la generación, del reumatismo, gota, parálisis, etc., etc..." ¡Que ríete tú de la teletienda y sus cinturones adelgazantes de estímulo eléctrico!

Otra anécdota con visos de realidad histórica, aunque me ha sido imposible comprobar su veracidad (lo cual, consecuentemente, me lleva a imaginar que no es sino pura invencion) es la referida a la cacatúa del General MacArthur que, para más señas, habría sido adquirida en el emporio de animales domésticos regentado por el hijo de nuestro protagonista, Charles Badgery. Según lo que se cuenta en "El Embaucador", se trataría de un animalejo célebre capaz de decir: "¡Hola, Digger!"; término éste que, además de significar colega o amiguete, se utilizaba en Australia para designar a los soldados australianos o neozelandeses que participaron en la Primera Guerra Mundial.


Australia, ese gran desconocido.

Peter Carey es australiano y eso se nota no sólo en algo tan evidente como la ambientación de sus historias, sino también en su uso del lenguaje, si bien es éste un matiz que por fuerza se pierde en las traducciones. El título original de este libro, 'Illywhacker', es un buen ejemplo de ello, puesto que se trata, según nos aclara el propio traductor de esta edición en castellano, de un coloquialismo australiano sumamente localizado, que cualquier lector medio en Estados Unidos o Gran Bretaña desconoce o debería consultar en un diccionario. Su significado es, sin embargo, evidente: camelador, farandulero, alguien que se dedica a hacer trucos basados en la confianza y candidez de los espectadores, que corre de feria en feria con los buhoneros, vendiendo, por ejemplo, alfileres de corbata con diamantes de imitación o tónicos infalibles... Un término que encuentra verdadera significación, tanto literal como figurada, en las páginas de "El Embaucador".

Tema de debate recurrente también en esta novela es el de la producción nacional, frente a las importaciones de determinados productos. Y es que, durante mucho tiempo, Australia no fue sino una colonia inglesa más, carente de auténtica identidad propia. Algo parecido a lo sucedido con el Nuevo Mundo ocurrió, pues, en este 'novísimo mundo'; y, sin embargo, resulta innegable que de su pasado histórico o incluso de su presente conocemos muchísmo menos que sobre cualquier acontecimiento histórico de relevancia relativa acaecido en los Estados Unidos.

Quizás uno de los aspectos más interesantes de la colonización de Australia reside en la naturaleza mayoritaria de sus primeros pobladores, puesto que el país fue considerado por Inglaterra como una solución a su problema de superpoblación penal, agravado por la pérdida reciente de las colonias americanas. Por consiguiente, el 13 de mayo de 1787, partieron de Portsmouth once barcos capitaneados por Ar. Phillip hacia Botany Bay con unas mil quinientas personas a bordo entre marinos y oficiales, además de 772 vacas. La flota llegó a Botany Bay y, como el lugar era inhóspito, se trasladaron a Port Jackson, el actual emplazamiento de Sídney. El capitán se convirtió en el primer gobernador colonial y la fecha del desembarco, el 26 de enero de 1788, es el primer día nacional. Aunque, evidentemente, muchas colonias fueron fundadas como libres, el transporte de presos fue frecuente hasta su abolición entre 1840 y 1864, entre otras cosas debido a la gran escasez de mano de obra.

Ambientada en 1787, "La Huída de Morgan", de la genial Colleen McCullough, es una perfecta aproximación literaria a esta parte de la Historia y, tal y como nos tiene acostumbrados la autora, una apasionante novela en la que se entremezcla la aventura con la perspectiva histórica para narrar la epopeya de estos primeros colonos. McCullough relata con todo lujo de detalles colmados de rigor histórico las vicisitudes de Richard Morgan, armero de profesión y tabernero de oficio y, para más señas, uno de los antepasados del marido de la escritora, en su periplo desde Inglaterra hasta Australia, donde tomará parte activa en la construcción de una colonia.


En resumen, un par de citas:

* Australia: "Este es un país joven. Antes de echar a andar, tiene que gatear un tiempo". (Pág. 167)

* Las mentiras: "Eso, por descontado, es lo que quiere decir cualquiera cuando subraya que tal o cual mentira resulta creíble: no quieren decir que sea una perfecta pieza mecánica, sino que resulta cómoda y acogedora." (Pág. 221)


Ejemplos de extravagancia:

* El radiador: sustituto improvisado del cinturón eléctrico.

* El contrato: de aviones e hijos.

* La mujer en la jaula.


Otras obras del autor:

Por más que se alabe su genialidad, es indudable que Peter Carey no es un escritor que goce de excesivo predicamento en nuestro país, a pesar de contar en su haber con más de una decena de novelas, así como con otros títulos de no ficción y varios relatos.

* A decir de los entendidos, es "Óscar y Lucinda" su obra más destacada, acaso porque obtuvo en 1988 el 'Booker Prize' (del que, por cierto, "El Embaucador" fue finalista en 1985). De hecho, el día que saqué prestado este libro de la biblioteca, estuve dudando entre ambos títulos; y, la verdad, no sé que fue lo que me hizo decidirme por el que hoy nos ocupa, pero ciertamente no creo que en cuanto a estilo haya mucha diferencia entre ambos, pues sólo por su argumento se adivina cierta suerte de extravagancia común a ambos o, en todo caso, tal cosa se me antoja.

"Óscar y Lucinda" son una extraña pareja que arriesga su futuro, su reputación y sus riquezas por dos pasiones: el amor y el juego. Óscar es un hombre de fuertes convicciones religiosas que vuelca su vida en el juego, cuyos beneficios entrega a los pobres. Lucinda es una mujer de mundo, de convicciones feministas, cuya pasión son las cartas. La versión cinematográfica, de 1997, fue dirigida por Gillian Armstrong y protagonizada por Ralph Fiennes y Cate Blanchett, y los calificativos de extraño drama romántico o tono lírico y escurridizo, algo académico, desde luego pueden servir perfectamente para describir el estilo del propio Carey.

* "La Verdadera Historia de la Banda de Kelly" también cuenta con una adaptación a la gran pantalla en la que el famoso bandolero es encarnado por el mismísimo Heath Ledger, si bien el motivo por el que aparece en esta breve reseña sobre las obras del autor es que fue ésta, precisamente, la novela de él que yo había leído con anterioridad. En su momento, tuve la impresión de que la historia, con un gran potencial por la temática y, sobre todo, por la naturaleza casi mítica de su protagonista principal, estaba bastante desaprovechada, y que distaba de ser el tipo de lectura apasionante que uno se imagina con tales antecedentes.

Tal y como rezaba la contraportada: En un alarde asombroso del arte del ventrílocuo, Carey da vida al mítico bandolero australiano Ned Kelly, al huérfano, Edipo, ladrón de caballos, granjero, asaltador de bancos, asesino de tres policías y, finalmente, el Robin Hood de Australia, en una voz tan original y llena de pasión que parece que el mismísimo Kelly nos hable desde la ultratumba. Y yo matizo: por desgracia, ni tanto ni tan calvo, pero en todo caso una buena aproximación a este personaje histórico.

* Por último, me gustaría destacar otra obra del autor que se enmarca en el género de no ficción: "Equivocado Sobre Japón". Este libro se lee a modo de diario de viaje; un viaje de Peter Carey con su hijo de doce años a Japón, en busca de los orígenes de su más grande pasión: el manga y el anime japoneses. El viaje es, a la vez, una agradable reflexión sobre las diferencias, las distancias y los lazos que nos unen... y, sin embargo, no sé hasta que punto el autor llega a librarse de sus prejuicios, a raíz de lo que comentan algunos de los lectores de este libro. Pero, no obstante, me parece una lectura recomendable pues, del mismo modo que leer a Carey nos acerca a Australia, leer este libro nos permite acercarnos a Japón; un país de triste actualidad en los últimos tiempos y en favor del cual surgen iniciativas tan interesantes como "Originales de TBO 4 Japan" en la que varios autores de manga han realizado dibujos que se subastarán para recaudar fondos con los que contribuir a la reconstrucción del país.

Te gustará si te gusta... John Irving, aunque con ciertos matices, por supuesto. Después de todo, yo soy bastante aficionada a este escritor, del que leo prácticamente todo lo que publica, por más que su "Libertad Para Los Osos" sea uno de los pocos libros, si no el único, que he dejado a medias; y, sin embargo, creo que ya ha quedado claro que con Peter Carey no pasará lo mismo, ni mucho menos.

Hay algo en el estilo narrativo de ambos escritores, así como en su gusto por las historias nada ordinarias y en el protagonismo de personajes extravagantes (parece que ésa es la palabra del día), y hasta cierto punto marginales, que hace que la comparación entre ambos sea más que evidente, especialmente si se tienen en mente títulos de Irving como "Un Hijo del Circo" u "Oración Por Owen"; si bien para mí el paralelismo fundamental se establece con su conocida "El Mundo Según Garp" (no confundir con "Sin Noticias de Gurb", de Eduardo Mendoza).

En 1942, tras un episodio escandaloso, Jenny Fields, una joven bostoniana de buena familia, abandona la seguridad del hogar para ser enfermera y vivir su vida. En circunstancias peculiares, concibe a un niño al que llama Garp, a secas. Madre e hijo, se abren paso, sin más armas que su propia energía, en un mundo de hipocresía, inhibiciones y violencia. Poco a poco, con los años, Jenny y Garp van diseñando su propio universo en medio de esa hostilidad inevitable en la que siempre acecha la sombra del Sapo Sumergido. Lo van poblando de personajes excéntricos, cuyas historias estrafalarias van dando forma a ese mundo de Garp un poco desquiciado, pero en el que todos parecen convivir en cierto armónico equilibrio, en un sistema tribal que, al final, ha ocupado por completo el lugar del antiguo hogar de Jenny. En definitiva, Irving nos cuenta la historia de unos personajes que, más que mentir al resto, se mienten a sí mismos por medio de la imaginación, creando un mundo propio en el que evadirse de las adversidades que pueblan su universo real y cotidiano; algo que, en última instancia, no deja de parecerse a lo que hace Herbert Badgery en "El Embaucador", por más que Garp le gana la partida sin la menor duda, al menos en lo que a granjearse las simpatías del lector se refiere.


Mentirosos inolvidables.

En realidad es difícil saber porque el protagonista de Carey miente. ¿Lo hace porque la mentira es algo consustancial a su naturaleza? ¿Por afán de supervivencia, o por egoísmo? ¿Para huir de la realidad, o es que realmente no se da cuenta de que lo hace? O, acaso, no es él el que miente, sino que se ve obligado a vivir en la mentira, como se nos descubre al final de la historia, aunque sea sólo en un detalle pequeño y banal en el que uno aprecia la falacia (que no, que no son 139 años, pero es otro el que pone en su boca la cifra engañosa).

En cualquier caso, no es Herbert Badgery un mentiroso con el que yo acabe de simpatizar, ni me parece que sus invenciones resulten, después de todo, ni tan extraordinarias ni, desde luego, tan memorables. A diferencia de lo que sucede con otros dos mentirosos protagonistas de novelas en las que la fabulación hunde profundamente sus raíces en la realidad, pues no por nada se trata de historias inspiradas, sino ya directamente escritas por los propios protagonistas.

* Conocida más por la adaptación de Spielberg a la gran pantalla, con Leo DiCaprio (que últimamente nos lo encontramos por este blog hasta en la sopa), que por su versión en papel, "Atrápame Si Puedes" nos cuenta la asombrosa historia de Frank W. Abagnale, alias Robert Conrad (uno de tantos), que en su breve pero notoria carrera criminal se enfundó el uniforme de piloto y copilotó un jet de la Pan Am, se hizo pasar por médico en un hospital, ejerció de abogado y profesor universitario de sociología sin título y se embolsó dos millones y medio de dólares falsificando cheques... ¡todo ello antes de cumplir los veintiún años! Una buena lectura de ésas que vienen a demostrar que, en efecto, muchas veces la realidad supera a la ficción.

* "El Fabulador", de Stephen Glass, es otra lectura recomendable y amena sobre la mentira, que en este caso toma como marco el mundo de la prensa. Stephen Glass era un joven y brillante periodista con un prometedor futuro. Sus artículos eran agudos, ingeniosos y originales. Pero eran mentira, a veces mezcla de ficción y realidad, otras mera invención. Un periodista de la competencia revela a su jefe esta sospecha, que una vez investigada resulta ser cierta. De la noche a la mañana, el nombre de Glass salta a los titulares, convertido en el detonante de la descofianza de la opinión pública estadounidense en la prensa. Otra novela llevada a la gran pantalla con Hayden Christensen en el papel del periodista, bajo el título de "El Precio de la Verdad".

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Proximamente: "Doble Vínculo", de Chris Bohjalian.

2 comentarios:

  1. Uffff, no me llama nada la atención este libro. Yo he terminado ayer "Morbo Gótico", una novela de género negro bastante interesante.

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  2. ¡No me extraña! Es difícil escribir con entusiasmo de lo que no entusiasma... Así que lee otra cosa mejor :)

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