: 1.035.
Género: Narrativa contemporánea de ambientación histórica (Inglaterra victoriana).
Frase promocional: "En esta novela inmensa y vigorosa, destinada a ser muy popular, el autor ha recreado las costumbres y el espíritu de la época, el tramo final del siglo XIX, y también sus maneras literarias, esos frescos narrativos. Pero también es una historia contada en tiempo presente, donde sus personajes principales no se libran de ser sutilmente satirizados. Sí, hay Dickens, pero también La hoguera de las vanidades y, claro está, un realismo sexual muy gráfico y propio de Faber." -J. Maslin, The New York Times.
Sinopsis:
Sugar tiene diecinueve años, y ejerce la prostitución desde los trece, cuando su perversa madre, que no quería que la niña fuera mejor ni más feliz que ella, introdujo a uno de sus clientes en su cama. William Rackham es un caballero de treinta y un años, educado en Oxford, condenado a suceder a su padre en la industria familiar, aunque tiene aspiraciones vagamente literarias y siempre ha deseado llevar una vida de goces más refinados e intelectuales que los que le propone su progenitor. Está casado con la hermosa (y blanca) Agnes, a la que ama, aunque ella odia el sexo y abomina de la maternidad -tiene una pequeña hija a la que ni siquiera soporta ver-, y vive encerrada en un mundo de anorexia y terrores. Y un día en que William, entre la espada de sus deseos y la pared de su padre, se siente más iracundo y angustiado que nunca, cae en sus manos un folleto "estrictamente para caballeros" donde recomiendan el prostíbulo de la señora Castaway, y elogian aún más calurosamente a su pupila Sugar, ávida y devota de todos los placeres, que jamás dice que no a nada. Se produce el encuentro, y la jovencita seduce a William con su nada convencional belleza, su cultura, su absoluta disponibilidad. Y él decide no compartirla con nadie, aunque para eso tenga que optar definitivamente por la empresa de su padre, y dividirse entre el pétalo carmesí y el blanco... Folletín tórrido, versión posmoderna de la novela victoriana, inmenso, exuberante cuadro de costumbres de una época fascinante, pero también una apasionante indagación en el enigma de la femineidad; todo esto y mucho más puede decirse de la novela de Faber. Y según Matt Thorne, del Independent on Sunday, el libro más divertido del año.
Puntuación: 4/5
"Anda con pies de plomo. Con los cinco sentidos: te harán falta. Esta ciudad a la que te traigo es vasta e intrincada, y no la has pisado nunca. Quizá imaginas, por otros relatos que has leído, que la conoces bien, pero aquellas historias te halagaban, te recibían como a un amigo, te trataban como si formaras parte de ellas. La verdad es que eres un forastero de una época y un lugar completamente distintos."
Así empieza, pero... ¿por dónde empiezo yo? Y es que 1.035 páginas dan para mucho, por más que la digestión sea fácil; lo cual, no obstante, no quiere decir que el alimento no sea sustancioso ni nutritivo, aunque el regusto final pueda ser ligeramente agridulce. ¡En fin! Completemos el símil gastronómico diciendo que "Pétalo Carmesí, Flor Blanca" llena, pero no empacha, y que ofrece tal variedad de sabores que la experiencia resulta, sin duda, satisfactoria para el lector.
Todo lo anterior ha de tenerlo en cuenta aquel que, al enfrentarse al inicio de esta novela, se pregunte si el esfuerzo realmente merece la pena y obtiene justa recompensa; pues, en efecto, es posible que las cien primeras páginas le resulten un tanto lentas, una suerte de preámbulo excesivamente dilatado del que uno no sabe muy bien qué esperar. Puesto sobreaviso de lo que le espera por una sinopsis en la que se adelantan determinados acontecimientos que de otra forma serían certeros e impactantes giros en la trama (verbi gratia, la existencia de la pequeña Rackham), tal vez resulta lógico que uno tenga esa impresión de que la historia transcurre con exasperante lentitud. Sin embargo, tal impresión acaba por desaparecer sólo unas páginas más adelante, con tal de que el lector sea persistente, y la trama adquiere un ritmo ágil y suave desde el preciso momento en que se produce el encuentro anunciado entre William y Sugar, tanto como desde el punto en que la figura de la refinada esposa entra en escena.
Y es que si algo puede decirse de esta obra de Faber es que es una novela de personajes, en la que la perspectiva histórica se erige en telón de fondo perfecto para el desarrollo de una serie de dramas humanos que no dejan indiferente a nadie, por más que el tono folletinesco que en efecto adorna la trama parezca amenazar con restarle precisamente dramatismo y significancia a todo lo que acontece. La sátira, ese punto de sarcasmo que ridiculiza lo que se ve con la distancia de los años, es evidente en muchos aspectos, desde ese primer momento en el que el narrador omnisciente nos da la bienvenida a una historia en la que nuestros prejuicios y visión del pasado (desde un futuro supuestamente evolucionado) nos pueden inducir a cometer fallos imperdonables, si no fuera por su oportuna presencia e indicaciones.
Es precisamente ese toque modernista, esa cualidad de narración de pasado, lo que hace que esta novela se clasifique dentro de la narrativa contemporánea de ambientación histórica, antes que considerarla simple y llanamente como una muestra más de dicho género, el histórico. Una modernidad claramente patente en el estilo literario de Michel Faber, capaz de una prosa tan ágil como compleja, en la que destaca su uso del vocabulario, especialmente en lo que a los aspectos más sensuales y carnales se refiere.
Probablemente sea el realismo sexual de esta novela uno de los aspectos que más claramente delata su condición de obra moderna pues, por lo demás, el autor domina casi a la perfección el ritmo y tono narrativos propios de la novela victoriana (sátira aparte). Aunque, por supuesto, después de pasar un tiempo en compañía de los personajes que pueblan tan plenos de vida las páginas de esta "Pétalo Carmesí, Flor Blanca", uno no puede menos que acabar por pensar que no es su carnalidad lo que delata lo contemporáneo de su autor sino, en todo caso, el lenguaje elegido para retratar tal carnalidad, poco propio de los novelistas de su tiempo, en una época en la que los convencionalismos sociales eran tan importantes.
Por lo demás, no añadiremos mucho más sobre una historia en la que, fieles al retrato de un estilo y un deteminado tipo de novela, no faltan efectistas giros en la trama ni una buena dosis de tragedia; pero que, no obstante, lejos de caer en lo excesivamente previsible y caricaturesco, por más que en algún momento rocen efectivamente lo tópico, mantienen al lector tan interesado en el porvenir de todos y cada uno de sus personajes, hasta los supuestamente secundarios, que resulta difícil (y por momentos decepcionante) volver de este viaje a nuestra realidad cotidiana, más cómoda pero no menos compleja, del siglo XXI.
El pétalo carmesí y el blanco... y otros personajes.
Novela de personajes, como ya se ha dicho, ninguno de los tipos humanos que pueblan las páginas de este libro dejan indiferente al lector; y lo más curioso es que, en su casi totalidad, son tan capaces de generar la más sincera simpatía como la más absoluta repulsión, muchas veces sin que entre uno y otro sentimiento medie apenas tiempo ni páginas. Sensaciones viscerales para una historia en la que, sin embargo, la gente parece regirse mucho más por la cabeza que por el corazón: reacciones puramente cerebrales, por más que la libido no deje de tener su importancia, a tal punto que hasta las excentricidades encuentran su explicación en la existencia de un tumor del que sólo narrador y espectadores llegamos a ser conscientes.
Una historia en la que, por otra parte, muchos destacan el tratamiento que Faber hace de los personajes femeninos, dotándolos de una inteligencia que no solía ser frecuente en las narraciones de la época, donde, acaso por la influencia del género gótico, las mujeres solían ser criaturas frágiles movidas por la pasión hasta tal punto que ésta a menudo nublaba su razón. Algo de lo que distan mucho las mujeres de esta novela, sin duda claras protagonistas, por más que las diferencias entre ellas sean más que evidentes.
Sugar, el pétalo rojo, y Agnes, el pétalo blanco (o la flor, en la traducción) , son dos claros opuestos, si bien ninguna de las dos resulta un prototipo huero. La prostituta es un personaje inteligente, ambicioso y calculador, que acaba por descubrir que sus ambiciones no distan tanto de las de cualquier otra mujer de su época; atípica en su capacidad de fascinación, que no acompañada del todo por un físico en el que destaca para bien su llamativo cabello rojo, pero que se caracteriza por una acusada soriasis y una flaqueza y falta de pecho singulares, deviene en ser irresistible por su peculiaridad de no negarse a nada. Un cuerpo que gana por su cerebro...
La esposa refinada resulta un personaje igualmente fascinante en su excentricidad, por más que sus arrebatos sean fruto de una enfermedad no precisamente mental, aunque sea el suyo un temperamento dado al histerismo. La ignorancia no es necesariamente fruto de incapacidad mental o falta de luces, sino de una imaginación exacerbada y cierta falta de educación en lo referente a los temas más terrenales de la vida; en suma, una niña que nunca ha terminado de crecer con tendencia a sufrir delirios de índole religioso. Una madre desnaturalizada, también, que no reconoce la existencia de su propia hija... la misma que puede llegar a resultar tan tierna como inquietante en su impasibilidad, una suerte de fantasma en la casa de los Rackham que, sin embargo, se convertirá en pieza fundamental en la parte final de la historia.
Por su parte, y en cuanto a lo que se refiere a la tercera punta de este extraño triángulo, el joven Rackham es un personaje que tampoco deja indiferente, a pesar de que durante gran parte de la novela no parezca más que un monigote: el típico hombre adinerado que hace y deshace a su antojo, con inclinación a los buenos sentimientos pero no libre de egoismo en última instancia. Un alfeñique, en muchos momentos, que asombra tanto como genera desprecio desde el mismo momento en que decide convertirse en un hombre de provecho por la simple razón de que así podrá satisfacer sus caprichos carnales.
En cuanto a los secundarios, destacar a la pareja formada por el hermano del protagonista, Henry Rackham, el primogénito aspirante a clérigo que renuncia a su herencia y vive obsesionado por la carnalidad de sus impulsos y deseos; y el objeto de su interés, la extrafalaria viuda Emmeline Fox (hija del médico de Agnes Rackham, para más señas), trabajadora incansable por la causa de la Sociedad de Salvamento, y a la que ronda la muerte en forma de tisis durante buena parte de esta historia, con un desenlace tan inesperado en tal aspecto como lo es el de la mayoría de los personajes en última instancia.
Por cierto que, hablando de pétalos, muchos reprochan la traducción que del título se ha hecho, pues consideran que induce a pensar erróneamente que es ésta una novela en la que predomina el aspecto romántico (que, en realidad, puede considerarse prácticamente inexistente o, en todo caso, secundario en la trama), por más que eso es algo que ya se le puede achacar a la versión original... pero digo yo que si el autor así lo ha elegido, por algo será. Después de todo, no hay gran diferencia entre "Pétalo Carmesí, Flor Blanca" o el más literal "El Pétalo Carmesí y el Blanco".
El oficio más viejo del mundo.
Resulta innegable el papel clave de la prostitución en este "Pétalo Carmesí, Flor Blanca", tanto por la condición de la que puede considerarse como su protagonista principal, Sugar, y las amistades que ésta mantiene con algunas de sus antiguas compañeras de profesión incluso cuando cambia su suerte (sencilla y sincera Caroline), siendo ella misma además hija de prostituta y habiendo sido criada en un burdel, como por las frecuentes incursiones que buena parte del elenco restante de esta obra realizan en este mundo marginal y paralelo a lo más brillante de la Inglaterra victoriana: los liberales libertinos Ashwell y Bodley, amigos de juventud de un Rackham que, en el fondo, no es tan distinto de ellos; los puritanos reformistas Emmeline Fox y Henry Rackham, cuya lucha y motivaciones resultan ciertamente desiguales, o el propio William, quien nunca llega a abandonar del todo el hábito, ni siquiera cuando su capricho se ve plenamente satisfecho.
No es ésta la única novela, sin embargo, en el que así llamado oficio más viejo del mundo se convierte en pieza fundamental de la trama, sin que por ello la historia tenga que ser necesariamente un ejemplo de lección moralizante u oprobio personal, aunque de todo hay, como en botica.
* En la propia novela se hace mención a una obra de la época en la que se trata dicho tema: "La Nueva Magdalena", de Wilkie Collins, que vio la luz en 1873 y de la que Sugar dice que es "una trama floja y rastrera en la que una prostituta llamada Mercy Merrick espera redimirse... Un libro para lanzar contra la pared de rabia..." Y es que en esta novela la redención no es nunca el objetivo, salvo tal vez en la mente de los más idealistas; pero, desde luego, nunca en la de las auténticas profesionales. La creación de Collins es una oscura novela victoriana, no de las más conocidas del autor, en la que la mencionada Mercy consigue rehabilitarse inspirada por el sermón de un joven clérigo, y se convierte en enfermera voluntaria durante la Guerra Franco-Prusiana donde conoce a una mujer de buena cuna, Grace Roseberry, a la que decide suplantar tras resultar ésta supuestamente muerta en el conflicto; pero las cosas se complicarán cuando, después de convertirse en hija adoptiva de una lady, la verdadera Grace vuelve a aparecer en escena y se ve obligada a demostrar su identidad... Una obra menor cargada de moralina, aunque dictada por unas buenas intenciones un tanto ingenuas.
* Veinticinco años antes, Alejandro Dumas (hijo) escribió una de las obras universalmente más conocidas sobre el viejo oficio: "La Dama de las Camelias". La famosa historia de Margarita Gautier, la abnegada prostituta que ha inspirado óperas, que sacrifica su vida por amor y muere de tuberculosis sola, abandonada y embargada por sus acreedores. Todo un clásico del romanticismo que, sin embargo, hunde sus raíces en el realismo y lo real, pues el autor se inspiró para la composición de la obra y del personaje en la no menos famosa cortesana francesa Marie Duplessis, condesa de Perregaux por matrimonio, que mantuvo diversas relaciones con grandes personajes de la vida social de la época. Sin duda, lo más conocido de la carrera literaria del joven Dumas.
* Volviendo a la época contemporánea, de 1994 data la que para mí es una de las mejores novelas históricas que he leído, y no sólo sobre el tema en cuestión: "La Máscara", de Diana Norman. La lucha de una mujer en el Londres de la Restauración, como dice la frase promocional, en la que la joven protagonista, Penitence Hard, verá enfrentadas sus convicciones puritanas con la realidad más cruda de las prostitutas, de las que aprenderá no obstante el verdadero significado de la solidaridad entre otras muchas cosas, todo ello en el marco de una Inglaterra golpeada por la peste. Una novela que combina a la perfección aventuras, humor, tragedia y pasión, de ésas que retratan una época a la perfección sin que el lector sea apenas consciente de la profundidad de la recreación histórica, tan amena resulta la lección.
* Terminamos la retrospectiva con un cambio de escenario y cultura en "Memorias de Una Geisha", de Arthur Golden: la conocida historia de Chiyo (especialmente a raíz de su adaptación cinematográfica), que trabaja como geisha en Kioto antes de la Segunda Guerra Mundial. La publicación de esta novela no estuvo exenta de controversia, al ser denunciado el autor por la geisha con la que había trabajado, por difamación e incumplimiento de contrato. Según la demandante, Mineko Iwasaki, su acuerdo suponía el anonimato total, pues existe un código de silencio cuya ruptura supone una gran ofensa. Además, Iwasaki decía que la novela de Golden retrata a las geishas como prostitutas de clase alta, cuando por ejemplo se subasta la virginidad de uno de las chicas al mejor postor. Declaró que esto no sólo no le había ocurrido a ella, sino que tal costumbre no había existido jamás en Gion. Iwasaki recibió incluso amenazas de muerte y peticiones de censura por deshonrar su profesión. Posteriormente, Iwasaki escribiría "Vida De Una Geisha" a modo de reivindicación personal.
Escenas que no dejan indiferente (para muestra, dos botones):
* La niña cubierta de sangre: Sophie entra en escena. (Pág. 187).
* El ángel de la guarda actúa (Pág.364).
Palabras del pasado, lecciones del presente:
* "En cierto modo, los principios subyacentes del comercio son tan sencillos que hasta un imbécil los entendería: convencer a tus clientes de que eres generoso cuando de hecho les estás forzando a pagar caro lo que tú has producido barato. La conversación con un hombre aburrido tiene parecidas leyes subyacentes. Primera: pedir perdón humildemente por tu ignorancia, aun cuando sepas lo que va a explicarte. Segunda: cuando él empiece a cansarse de explicar, fingir que lo captas todo en un instante." (Pág. 369).
* "La curiosidad (...) es el nombre despectivo que los hombres dan a la sed de conocimiento que tienen las mujeres." (Pág. 802).
Otras obras del autor.
Michel Faber es, sin duda ciudadano del mundo: nacido en Holanda en 1960, sus padres emigraron a Australia cuando era niño; ha estudiado literatura inglesa en la Universidad de Melbourne y en la actualidad vive en Escocia, siendo considerado con la publicación de su primera novela como una de las últimas sensaciones de las letras británicas.
Es esta primera novela, "Bajo la Piel", su único trabajo, junto con el que hoy nos ocupa, publicado en lengua castellana hasta la fecha. Una historia que fue definida en "El País" como un thriller a caballo entre "Rebelión en la Granja" y los mutantes de "Blade Runner". Con semejantes antecedentes, es lógico que la curiosidad (esa sed de conocimiento femenina según decía Agnes) se despierte.
Esto es lo que se nos cuenta sobre su argumento por ahí, y sin entrar en muchos detalles: "Isserley es una tía un poco rara; con unas gafas enormes, de mucho aumento, una melena leonina, unos bracines ridículamente finos, y unas tetas absolutamente espectaculares, se dedica a recorrer las carreteras de Escocia para recoger autoestopistas. Pero en el coche de Isserley no se sube cualquiera: sólo para ante los ejemplares más esplendorosos de la raza humana, sólo aquellos que, en dos palabras, estén para comérselos." Y además añaden que es una novela original, de fácil lectura, y con ciertos visos a lo "Expediente X"... y, para rematar, hay quien además la considera una buena visión de lo que es el mundo laboral hoy en día, por la desazón que caracteriza al trabajo duro de la protagonista. Por mi parte, confusión total...
Aparte de eso, Faber es conocido también por su relatos breves, algunos de los cuales recuperan a personajes de este "Pétalo Carmesí, Flor Blanca" en épocas anteriores o posteriores a los sucesos narrados en la novela. Sin duda un complemento perfecto a ésta, especialmente teniendo en cuenta la naturaleza de su final, en el que no todo queda perfectamente atado y explicado (antes más bien al contrario), lo cual constituye uno de mis escasos motivos de queja respecto a la obra, aunque tampoco es éste un tema en el que se pueda ahondar en demasía, por no descubrir más de la cuenta a quien pueda estar interesado en su lectura... como suelo decir en estos casos, altamente recomendable
Te gustará si te gusta... Las novelas de época: victoriana, por supuesto, y con tintes de folletín; aunque ésta es condición suficiente antes que necesaria. Los personajes controvertidos, más por los sentimientos que provocan en el lector que por su propia naturaleza o profesión, por más que hablemos, como ya se ha dicho, del oficio más viejo del mundo.
Sea como sea, tal vez no hay una referencia clara, pero éste es uno de esos libros perfectos para una nueva sesión de...
Mis paralelismos.
Y es que, efectivamente, son muchas las sensaciones que evoca una obra de las dimensiones, tanto literales como figuradas, sensoriales o intelectuales, de "Pétalo Carmesí, Flor Blanca"; y, como de costumbre, las similitudes pueden ser más puntuales que genéricas, acaso por el carácter de un personaje o un episodio concreto en la trama, pero no por ello resultan menos certeras ni evidentes en el ojo de mi imaginación.
* Hay algo en nuestra Sugar que me recuerda irremediablemente a la Becky Sharp de "La Feria de las Vanidades", de Thackeray... aunque puede que el paralelismo se haga aún más evidente por la ambientación histórica de ambas novelas, si bien esta última no hacía sino retratar en tono de folletín las costumbres de una sociedad contemporánea del autor: así pues, dos obras sarcásticas sobre momentos históricos no tan distantes, escritas en distintos momentos, lo cual explica sus diferencias más que cualquier otra cosa, pues parece existir una clara similitud en cuanto a intención y propósito. Dicho lo cual, no hay que perder de vista que a Becky no se la presenta como prostituta, aunque la diferencia entre ella y Sugar sea, en última instancia, más etimológica que otra cosa, pues la protagonista de Thackeray es una cínica arribista social que utiliza sus encantos para fascinar y seducir a hombres de clase alta...
* Llegados al último tercio de "Pétalo Carmesí, Flor Blanca", inevitable es la referencia a otro de los clásicos de la literatura inglesa: "Jane Eyre", de Charlotte Brontë. Evidentemente, hay que leerlo para entenderlo, pero el que lo haga comprenderá fácilmente de donde surge el paralelismo con las aventuras de la joven e inocente institutriz (salvando las distancias en lo que a inocencia se refiere, por supuesto) enamorada de su fascinante y atormentado patrón, el señor Rochester, el cual esconde un secreto en forma de lunática esposa. Un clásico del romanticismo que siempre se relee con gusto y que es mucho más que una historia trágica o romántica, a tal punto que en su momento fue considerada una obra controvertida por su actitud feminista. Por cierto que, publicada inicialmente bajo seudónimo, uno de sus más acérrimos defensores fue precisamente William Makepeace Thackeray, al cual muchos atribuyeron la obra, pues la autora permaneció en el anonimato hasta un tiempo después de su publicación. Como agradecimiento, Charlotte le dedicó la segunda edición...
* Por tratarse también de una novela victoriana escrita por un autor contemporáneo (nuestro, no de la época), me viene a la mente "Falsa Identidad" de Sarah Waters. Pero no sólo por eso, sino también por la mezcla de ambientes (lo sórdido y lo elegante) y la importancia de los temas carnales, desde el lesbianismo hasta la pornografía, tanto como por su cualidad de lectura absorvente y que te transporta a otra época. Sue Trinder, una joven huérfana de diecisiete años que vive en el Londres más salvaje, protegida por la señora Sucksby, la gran «madre» de una dickensiana comunidad de delincuentes, es enviada a una mansión en el campo como doncella de la joven Maud Lilly. Pero Sue va con una misión: ayudar a Richard Rivers, caballero, un aristócrata desclasado, quien planea casarse con Maud, recluirla luego en un manicomio y gozar de la fortuna que ella ha heredado. Hay un obstáculo, el excéntrico tío de Maud, un bibliófilo empedernido quien la ha educado para que sea la lectora de su secreta biblioteca de pornografía... Un libro que, como "Pétalo Carmesí, Flor Blanca", está lleno de sorpresas, verdades como puños y personajes carismáticos, que retrata una época a la perfección sin caer en mojigaterías y que, en última instancia, ni aburre ni deja indiferente al lector.
Y así termina...
"Y adiós a ti también.
Una despedida brusca, lo sé, pero siempre son así, ¿no? Uno cree que va a durar para siempre y de repente se acaba. Aún así, me alegro de que me hayas elegido; espero haber satisfecho todos tus deseos, o al menos que hayas pasado un buen rato. ¡Cuánto tiempo hemos pasado juntos, y cuántas cosas hemos vivido, y sigo sin saber cómo te llamas!
Pero ha llegado el momento de que nos separemos."
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Proximamente: "La Criatura de la Noche", de Kate Thompson.
REPLICANTES de BLADE RUNNER (no mutatantes). Si te lees el de BAJO LA PIEL, ya me dices sí vale la pena, que las referencias son atractivas.
ResponderEliminarPor cierto, por lo que contabas del argumento a mí también me vio a la cabeza JANE EYRE.
¡Uy! Usted perdone: replicantes. Un lapsus que tiene su explicación en que ésas eran las palabras literales del crítico de "El País".
ResponderEliminarY, por cierto, que el parecido con "Jane Eyre" existe, pero sólo en una parte de la historia.
Pues un post bien intenso, mola.
ResponderEliminarSin duda que este es un post encantador!!
ResponderEliminarLas referencias a novelas del estilo son también muy bien apreciadas por personas que como yo, comienzan a introducirse en literatura, de la época o referente a ella. Se agradece tu minucioso punto de vista,me respondió muchas dudas, por lo cual ahora se que definitivamente quiero leer este y un par de otros libros más mencionados aquí !! :D
Por cierto, grandioso blog!!
¡Mucha gracias, Anónim@! Por la visita, el comentario y los halagos :)
ResponderEliminarDe todos modos, yo siempre digo que esto de los gustos es una cuestión muy personal: lo que a uno agrada a otro puede repeler o aburrir... y hasta una misma persona puede cambiar de opinión o tener una impresión diferente dependiendo del momento...